Escucha a Álex Ramírez-Arballo leer su poesía, dale al play
Oigo mi cuerpo, cansado ya de ser lo mismo: silencio material. Me veo caer a trozos de carne en el abismo, día a día, deshaciéndome en el agua gris de una semana, en las palabras que no digo, en la espera de que algo suceda —no sucede nada— a la altura misma del deseo. Miro mis manos, antes limpias, sucias ahora de sus actos, envejecidas de no saber qué hacer con las materias dolorosas de este mundo. Lo que toco me toca, lo que nombro me nombra, lo que veo me aplasta. Miro mi piel en ruinas, el monstruo que ahora soy naciendo de mí como semilla horrenda, herida sangrando sus hedores, haciendo saltar su flor funesta. Me nombro con mi voz rupestre y mitológica: nada queda de mi cuerpo a estas horas en que duermo jadeante, redimido en mi desastre, pequeño aún en esta humanidad visible. Un cuerpo es todo el dolor que encierra.